I
Nada queda en esta ciudad
las caricias vacías divagan en tinieblas,
soy cuervo que vigila la noche
mientras escapo de lagrimas
en el eco que solloza en la madrugada.
Mis palabras exiliadas
recorren los callejones
buscando las caderas de aquella
que vende instantes de olvido.
La última gota de felicidad
deja su espacio vacío,
huir del frio, refugiarse en las esquinas
de una ciudad a la que no pertenecemos.
Los pasos siguen marcando
el ritmo de este laberinto,
los habitantes caminan en caravanas
entran y salen de los vagones
como sombras que buscan historias.
El reloj abre sus fauces
devora los sueños de los que duermen,
mientras el dolor inunda
los ojos de una mujer y
la ciudad se ahoga de recuerdos.
Genial gracias
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