19 de marzo de 2019

XXXIII 

(Del libro La danza oscura de los días, México 2013)


Foto recuperada de internet

El ritmo incrustado en las olas


imita el movimiento insomne de los amantes

fluye como el opio en el hondo color de la 

sangre,

es el vértigo de la noche en los cuerpos de 

arena,

la sal germinando los sudores,

el tacto que encuentra la raíz de la 

caricia, 

es el  vuelo de las aves antes de rasgar el 

día.



Se rompe la ola en el olor pétreo de la 

medianoche,

alguien busca los restos del barco que 

naufraga en el cronograma olvidado por los 

vivos,

las caracolas ofrendan al ciego

su último sonido.



El mar habita cada hueco de las amantes 

abandonadas,

las deja extasiadas al filo

de la niebla donde se aloja la muerte.