El canto de los pájaros
develó la noche,
en el pueblo ya no se
escuchó la voz de mi madre.
Entre las vías secas
envejeció su respiración,
viajera desde el
nacimiento
decidió caminar con la
niebla bajo sus pies.
Dejó raíces en el musgo
de la casa
se llevó la sed del
pájaro y su canto,
esa sed de semilla que deshila
flores
blancas.
Se alejó vestida de ave
cantó palabras arrancadas
del vientre,
tejió las alas del
colibrí
para no olvidar la
palabra.
Ahora su infinita vejez
se encarna en el lenguaje
de la tierra,
dibuja símbolos en el
rumor del viento,
aún la escucho en la
lluvia tardía de
noviembre.