Mi piel es el sueño de un dios recién nacido
creado en la furia de la verdad,
espacio de tiempo que se duerme en palabras,
historia de la mitología en cada pliegue,
arena y humedad.
Tiene la herencia de lo humano
en su transpiración,
sabe de las batallas y su penumbra constante,
ha sido víctima del torturador,
desaparecida en cualquier mazmorra
abandonada en las cenizas perdidas de los muertos.
Ha sido carcomida por los buitres,
las hormigas, los gusanos
y sigue respirando,
renace cada madrugada,
en el aliento del ritual blasfemo
que se niega a verla morir,
porque se baña de ella,
se alimenta de los restos que deja sobre
el lecho de palabras.
Mi piel no tiene tregua,
invoca el silencio de los desamparados,
guerrillera de poesía,
camina en espinas de la verdad y no se rinde,
respira y transpira,
se purifica ante la ausencia,
no tiene enemigo capaz de derrotarla,
esta viva,
aquí sigue junto al dios
herido de muerte por la ausencia.
Mi piel
creación de tiempo,
ciudad sagrada para los peregrinos,
tierra prometida del profeta,
respiración del viento en el lenguaje.
Voz primigenia del fuego,
en ella viven el jaguar y la serpiente,
tiene garras, tiniebla feroz del miedo,
ha sido devorada por los tigres,
transformada en tierra y cielo.
Corazón refugiado en sangre
de guerreros zoomorfos,
nivel celeste del cosmos
augurio de sabiduría marina,
lleva en su voz al chaman de la locura.
Mi piel camina sin tiempo,
fuma el tabaco de la vida,
esperando que llegue
lo total de otra piel nómada
que refleje la humedad
en el corazón de la palabra.