XXXIII
El ritmo incrustado en las olas
imita el movimiento insomne de los amantes
fluye como el opio en el hondo color de la
sangre,
es el vértigo de la noche en los cuerpos de
arena,
la sal germinando los sudores,
el tacto que encuentra la raíz de la
caricia,
es el vuelo de las aves antes de rasgar el
día.
Se rompe la ola en el olor pétreo de la
medianoche,
alguien busca los restos del barco que
naufraga en el cronograma olvidado por los
vivos,
las caracolas ofrendan al ciego
su último sonido.
El mar habita cada hueco de las amantes
abandonadas,
las deja extasiadas al filo
de la niebla donde se aloja la muerte.
(Del libro La danza oscura de los días, México 2013)
Foto recuperada de internet |
El ritmo incrustado en las olas
imita el movimiento insomne de los amantes
fluye como el opio en el hondo color de la
sangre,
es el vértigo de la noche en los cuerpos de
arena,
la sal germinando los sudores,
el tacto que encuentra la raíz de la
caricia,
es el vuelo de las aves antes de rasgar el
día.
Se rompe la ola en el olor pétreo de la
medianoche,
alguien busca los restos del barco que
naufraga en el cronograma olvidado por los
vivos,
las caracolas ofrendan al ciego
su último sonido.
El mar habita cada hueco de las amantes
abandonadas,
las deja extasiadas al filo
de la niebla donde se aloja la muerte.